Si te paras a mirar esta foto, hay algo valioso. Tres personas conversando. Hablando de quién sabe qué. De lo que hicieron ayer, del frío que hace, de si ese árbol siempre estuvo ahí o lo acaban de plantar.
Parece una imagen cotidiana. Y lo es. Pero es una imagen que muchas veces se les niega a las personas con demencia.
Porque socializar no es solo para quienes "recuerdan bien".
Porque salir al aire libre no es un lujo, es una necesidad.
Porque cuando les damos el espacio, ellos también conversan, se buscan, se entienden.

Nos cuesta imaginarlos así, charlando entre ellos sin que nosotros estemos de por medio. Pero cuando les das la oportunidad, sucede.
No siempre es perfecto, no siempre tiene lógica para nosotros. Pero para ellos, sí.
La demencia no tiene por qué ser sinónimo de aislamiento.
No tienen por qué quedarse sentados en un rincón, esperando a que alguien venga a hablarles.
Tienen derecho a estar. A compartir. A ser parte del mundo.
Acompañar también es permitirles estar
Acompañar no es solo ayudarles a recordar, también es crear momentos como este.
Conversaciones sencillas, encuentros inesperados, risas que surgen cuando menos lo esperas.
Salir, conversar, mirar a los ojos a otra persona y sentir que te escuchan. Esto no es solo "un rato agradable". Es una necesidad.
Las personas con demencia también tienen derecho a socializar, a hablar entre ellas, a formar parte de un grupo.
Y cuando les damos ese espacio, ocurre.
Porque la conexión humana no se basa en los recuerdos, sino en el presente compartido.
Si acompañas a alguien con demencia, recuerda esto: la clave no está en hacer que recuerde, sino en hacer que viva.
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