¿Vivir a toda costa? El encarnizamiento terapéutico y la dignidad hasta el final
- Montessori Senior
- hace 1 día
- 2 Min. de lectura
Hace apenas unos días falleció el Papa Francisco, y aunque no soy de seguir de cerca los detalles del Vaticano, hay algo que no se me va de la cabeza.
Si no me equivoco, pasó más de 30 días hospitalizado. 38, dicen algunos medios. Durante ese tiempo, se hablaba poco. No había grandes comunicados.
Luego salió. Y dos semanas después de una neumonía bilateral se presenta el domingo de resurrección. En silla de ruedas, frágil, pero con la misma presencia de siempre.
O quizás la cámaras ayudaron a que eso pensáramos.
Pero no es un gesto menor.
Uno podría pensar que era el deseo de despedirse. De estar, aún sabiendo que se iba. Y no sé si fue exactamente así, pero me hizo pensar en algo que está muy presente en nuestro día a día: el respeto a la voluntad, incluso cuando el final está cerca. O precisamente por eso.

¿Qué es el encarnizamiento terapéutico?
Suena a término médico, pero tiene implicaciones muy humanas.
El encarnizamiento terapéutico es el uso de tratamientos desproporcionados, dolorosos o innecesarios cuando ya no hay posibilidad real de curación. Es intentar prolongar la vida… incluso cuando la persona ya no quiere, o ya no puede vivir con dignidad.
Y esto no solo sucede en las UCI. También ocurre en casas, en residencias, en centros de día. A veces, sin darnos cuenta, también nosotros empujamos a “vivir un poco más” sin preguntarnos si esa vida es vivida… o simplemente alargada.
¿Y si el Papa lo sabía?
¿Y si él sabía que era el final? ¿Y si todos lo sabían? Tal vez por eso salió. No para resistirse, sino para estar. Para participar una última vez en lo que siempre había sido importante para él. Tal vez su gesto no fue un acto de fe, sino de libertad.
Y eso me lleva a nuestros acompañamientos cotidianos.
Respetar la voluntad: incluso cuando no entendemos por qué
Hay un hombre en el centro que tiene diabetes, y a veces se cuela en la cocina a por un poco de tarta. Hay quien dice “no puede, le hace daño”. Y tienen razón. Pero también tiene derecho a decidir. A elegir un trozo de placer frente a una hora más de control.
Hay una mujer que no quiere hacer gimnasia hoy. Que no quiere levantarse de la cama. Que prefiere escuchar música en vez de jugar al bingo. A veces, acompañar bien no es insistir. Es permitir. Es reconocer que incluso en la fragilidad, hay deseo. Y en ese deseo, dignidad.
¿Qué significa cuidar hasta el final?
Significa escuchar. Observar. Preguntar sin palabras. A veces, significa no hacer nada. Solo estar. Y otras veces, como quizás hizo el Papa, significa elegir estar presentes, aunque duela, aunque sepamos que es la última vez.
No se trata de dejar morir. Se trata de dejar vivir hasta el final. Con sentido. Con autonomía. Con lo que cada uno entienda por dignidad.
Porque vivir a toda costa… puede acabar costando demasiado
Comments